Mejor enlazo aquí mismo la primera parte de esta anécdota-relato, más que nada porque puede haber alguien que llegue aquí de nuevas y no sepa de que va el asunto, así puede leer la primera y después seguir con esta.
Aún no habíamos llegado al hotel, viajábamos por las calles de Madrid en el Mercedes de mi cliente y la zorrita iba detrás, conmigo, al parecer más caliente que el pico de una plancha y pidiéndome que siguiese con mis caricias y toqueteos sobre ella.
Pero donde hay patrón no manda marinera, y menos aún una niñata que está con un tío por el dinero que éste le proporciona, puta al fin y al cabo, puta fija podría decirse, y supongo que una puta fija tiene que estar a las duras y las maduras de su eterno cliente, hasta que éste la mande a la mierda al cambiarla por otra, y la ventaja de ser puta ocasional es que tienes que hacer las delicias de tu pagador, no de la mantenida que él trae, así que mi obligación era darle gusto a mi cliente, no a ella.
Le pregunté a él si me dejaba “atormentarla” un poquito, se lo pregunté casi con miedo, me di cuenta de que iba más pendiente de nosotras por el retrovisor que de la calle por la que circulaba hacia el hotel, así que también le sugerí de la forma más dulce que pude que era mejor que me dejase “atormentarla” no fuera a ser que de tanto mirarnos se estampase contra una farola o contra unos contenedores de reciclaje, quizás podría ser incluso peor, podría darse un golpe contra un coche policial que se cruzase en nuestro camino y a ver como arreglaba el entuerto y explicaba lo que sucedería en escasos segundos.
Mientras le preguntaba eso a mi pagador la miraba a ella, en su cara se reflejaba el deseo, sus piernas abiertas, sus puños sobre el sillón del auto con sus brazos también abiertos, su respiración agitada, yo le sonreía, ella me miraba y su rostro decía “quiero más”. El me dijo que podía hacer con la nena lo que me diese la gana “pero sin violencia” advirtió, ella dio un respingo cuando acerqué mi rostro a su oido y mi mano a su coño por encima de su panti, le pedí que se lo sacase, junto con su tanga, obedeció, sumisa, acostumbrada, le dije que se volviese a poner los zapatos de putón que llevaba y volvió a obedecer. Saqué de mi bolso un pequeño vibrador, nada especial, negro, de baquelita, barato, puntiagudo, la única virtud que posee es que… es pequeño, y para según que cosas viene de maravilla. Le puse un preservativo y se lo hice chupar pidiéndole que lo lubricase, no se hizo de rogar. La hice recostarse un poco más en el sillón y comencé a introducirlo en su coño húmedo.
-Ten cuidado amor -le sugerí a mi cliente- esta situación, tu novia sin bragas y con un vibrador en su coñito sería difícil de explicar a la policía en caso de accidente.
Intuí la sonrisa de mi amigo por el espejo retrovisor, en el coche solo se sentía el leve zumbido del vibrador y a la nena jadeando mientras yo se lo metía y sacaba de su vagina, mirándola, ella cerraba los ojos y se recostaba contra la puerta, acaricié sus pezones, estaban duros, muy duros, pensé de nuevo en que ambos estaban jugando conmigo, que esa niñata macarrilla era una bisexual de toda la vida, simplemente les iba ese juego de decirme que no ¿qué más daba? yo con seguirles el juego me ganaba lo pactado.
Entrábamos al aparcamiento del hotel, saqué de todo el vibrador, ella comenzó a incorporarse para bajarse del coche, no la dejé “shhhhhhh” le dije poniendo una mano entre sus pechos, apagué el vibrador con ella mirándome perpleja y lo volví a dirigir a la entrada de su vagina, le pregunté a mi cliente mientras estacionaba en una plaza si su novia sabría caminar con un vibrador metido en su coño sin que se le cayese o mejor le ponía el tanga, fue ella la que respondió, casi suplicó, que le dejase ponerse el tanga. Estaba por el suelo, lo busqué y se lo dejé caer en el pecho, se lo puso.
Era una gloria verla caminar por el estacionamiento, por el hall del hotel, con sus muslos apretados para evitar que aún con el tanga el vibrador se deslizase demasiado abajo y cayese, la agarré del brazo, como si fuesemos dos amigas de toda la vida y la obligué a caminar más rápido, hasta ponernos delante de su novio, quería que él la viese caminando así, le pregunté a él si le gustaba ver como caminaba, sus ojos se salían de las órbitas mirando aquel culito perfecto, prietito, meneandose y tratando de evitar que el vibrador se deslizase demasiado abajo. En el ascensor toqué su coñito, el vibrador estaba bien colocado, lo empujé un poquito más adentro, no hacía falta, pero por si acaso, la apoyé contra la pared y me fijé en la entrepierna del hombre, el bulto era considerable, lo acaricié mientras la miraba a ella, le ordené que lo besase, ella estiró su cuello y mientras yo tocaba su polla ellos jugaban con sus lenguas.
Pasamos por la recepción a recoger la llave de la habitación, nosotras nos quedamos un tanto separadas y le escuché explicar a él que yo era la mujer de un buen amigo, amiga de su esposa, que solo estaba de visita y que me marcharía en un rato, el recepcionista me miró, dijo para sus adentros “si, ya…” sonrió y asintió con la cabeza, en el ascensor que nos llevaba al cuarto piso me entretuve morreando a la nena, levantándo su faldita para acariciar su clítoris, en mi culo había otras manos, sobándolo torpemente, nerviosas, deseosas.
Cuando llegamos a la habitación las manos que me sobaban de forma torpe comenzaron a desnudarme, también de forma torpe, me zafé como pude para realizar el ritual que toda buena puta debe de hacer a sus clientes, sean quienes sean, lavarlos a conciencia, la nena preguntó si ella también “claro mi amor, tu eres la más guarra aquí” su novio rió la ocurrencia y ella se puso colorada, no protestó, le saqué el vibrador de forma casi brusca y la envié al baño, sola, me quedé desnudando a mi amigo, acariciando su polla terriblemente dura, cuando ella salió lo llevé al baño a él, tirando con suavidad de su pene, bromeando, ella estaba en la puerta y le pedí que fuese ella quien lo lavase “una buena puta debe de hacerlo siempre ¿sabes nena?” volvió a ponerse muy colorada, quizás me estaba pasando con ella con mis humillaciones, pero el hombre se reía a carcajadas.
En la cama el hombre malamente aguantó a que yo le pusiese el condón, en nada y menos yo estaba a cuatro patas con él follándome el coño y la nena, como una gatita, de rodillas, frente a mi, mirándome a la cara mordiéndose el labio inferior, entreabrí los míos y no hizo falta mucho más para que yo saborease su boca, estaba realmente caliente con aquella pareja, sentí sus manos acariciando mis pechos, no eran las más hábiles del mundo, pero tampoco las más torpes.
La agarre con una de mis manos por su pelo y le susurré que comiese los huevos de su novio mientras me follaba, se lo susurré con palabras entrecortadas por las embestidas del hombre “me-te-te de… bajo de mi…” ella obedeció, besé sus muslos que me ofrecían abiertos un coñito que parecía delicioso, los besé con suavidad, pensé en lamerlo, comerlo, disfrutarlo, la sentía a ella chupeteando los testículos de su propietario mientras mi lengua acariciaba sus ingles, quería comerme aquel coñito pero no, mejor no, aquella nena era una zorra barata, seguro que le ponía los cuernos al tipo con chavales de su edad, una loquita barriobajera que seguro que había follado con más de cuatro en el último mes y sin condón, pero la sentía bajo mía, moviendo sus caderas, deseando que le diesen gusto a aquel coñito. Por un momento noté su lengua, fresquita, en el mío, en el clítoris, primero fueron unos lenguetazos tímidos, otros, otros más, sus manos se agarraron a mis nalgas con fuerza, casi clavando sus uñas, y la caricia de su lengua se hizo continua en mi clítoris, a veces se separaba unos instantes, creo que para respirar, pero enseguida volvía a la carga. Agarré con fuerza su pierna izquierda, abrazándola y comencé a meter mis dedos en su coño, a jugar con mis dedos en su clítoris cada vez con más intensidad ¡y aquella polla! ¡aquella polla que no dejaba de bombearme mientras me comían el coño! si en ese momento me preguntasen donde me encontraba hubiese dicho sin temor a equivocarme que en la Gloria.
Sentí como el hombre llenaba su condón de leche, sentí sus rugidos en mi espalda, sus manos crispándose en mi cintura, noté como se caía para un lado y quedaba tumbado, me importó una mierda, bajé mi coño, cerre mis piernas sobre la cabeza de la putilla ¡no te muevas de ahí cabrona! -pensé para mi- ¡sigue comiendo! y no se movió. Creo que debió de faltar poco para que le rompiese la boca con mi pelvis cuando me llegó el orgasmo, ella, la pobre… aún estaba a dos velas. Su novio nos miraba apoyado en su brazo y meneando su polla flácida.
Me levanté sin darles explicaciones, busqué mi bolso y extraje un hermoso arnes negro azabache y mirándola a ella, sonriendo, comencé a ponérmelo “tu y yo no hemos acabado amor” -le dije- preguntó tímida, como tenía que ponerse, la coloqué en la cama, su cabeza en una almohada, la otra bajo sus nalgas, sus piernas bien abiertas, me puse de rodillas ante ella, apunté la polla de latex a su chochito y comencé a traspasarla lentamente, vi como su cuerpo se arqueaba levemente, sentí como gemía y comencé a follarla lenta y cadenciosamente, ella buscó la cabeza de su novio con su mano para así buscar su boca, para morrearlo mientras yo la follaba, el la morreó unos instantes pero enseguida su boca bajó hacia su pecho, a chupetear y mordisquear sus pezones, yo podía ver su carita, ahora me parecía un angel, un angel diabolico y perverso ardiendo en deseo, en deseo de tener un orgasmo gracias a mi, volví a masturbar su clítoris mientras la follaba y mientras el hombre le comía los pezones, sus movimientos de caderas se hicieron más intensos, sus gemidos más fuertes fueron convirtiéndose en gritos, agarró la cabeza del hombre con fuerza, intentó agarrar mi mano que la masturbaba pero me adelanté impidiéndoselo con la otra, la clavé bien, con fuerza y seguí masturbándola, el hombre agarró sus brazos y ella se dejó llevar abandonándose a sus espasmos.
Cuando yo le saqué el pene de caucho quiso incorporarse, pero… como ya dije, donde hay patrón no manda marinero, el hombres se colocó en decimas de segundo sobre ella y la pobre putilla se vio empalada de nuevo, ahora por una polla de carne y hueso, por la polla del hombre al que no amaba pero que pagaba su ropa cara y desconjuntada.
Me senté en una butaca próxima, con el arnés puesto, reclinada en ella, el hombre hundía su rostro entre el hombro y la cabeza de ella por el lado contrario a mi, ella me miraba, muy seria, con sus ojos casi… al menos me lo parecieron, llorosos. El hombre se corrió quedando exhausto sobre ella, ella… ni se inmutó, solo me miraba.
Poco tiempo después me marché de aquella habitación, ella no habló más, ni para despedirse ¡sabe Dios lo que estaba pasando por su pobre cabeza! él me despidió en la puerta con palabras corteses y diciendo que otro día me llamaría, como siempre, para pasar un buen rato, le dí un beso en la mejilla y hasta otra.
Mi sorpresa fue a la tarde siguiente cuando suena el móvil y escucho al otro lado una voz de mujer, atropellada, nerviosa
-Tía, sabes, tengo que volver a estar contigo, pero yo sola eh, yo sola, él no… paso de que esté él que me jode todo el rollo tía, me mola más contigo…
-eh, para, para… -la reconocí enseguida-
-le robé tu teléfono tía, tengo que volver a estar contigo -seguía hablando atropelladamente-
-paaaaara -volvía pedirle-
-vale, paro, paro, pero tengo que estar contigo, que me gustó mucho
-amor… ¿sabes que yo cobro por esto verdad?
-pues claro que lo se tía ¿crees que soy tonta? pero yo te pago, tengo una visa de esas con mucha pasta ¿sabes? tengo que estar contigo tía…
-vale, vale… tranquila ¿y cuando dices que quieres que nos veamos?
-ahora mismo, él no está, pillo un taxi y voy al centro y hago lo que tu me digas, es que me has vuelto bisexual, o lesbiana o bollera, o como se diga tía ¡me has vuelto bisexual! nunca lo había probado y me has vuelto bisexual tía…
Y en fin, ya lo podeis imaginar, me pasé una tarde fantástica y encima… cobrando. Y claro que le pregunté si verdaderamente nunca había tenido sexo con otra chica, si era su primera vez, etc. y… jura y perjura que no, que soy la primera y que le encanta.
-¿no te habrás vuelto lesbiana verdad? -le pregunté-
-que va, que va tía, me molan también los tíos, bueno, con el que estoy no me mola nada pero tiene pasta y eso mola sabes, los de mi edad son unos tirados… bla, bla, bla, bla, bla…